A mi amiga Mercedes González, Directora Editorial de El País Literario, por haber sabido captar la esencia que emana del País de los Sueños literarios..
No hay una sola manera de leer bien, aunque hay una razón primordial por la cual debemos leer. La propia necesidad de hacerlo cuando se nos crea la misma por nosotros mismos. Lo mismo que existe el Yo escritor, es evidente que junto a nosotros o dentro de nosotros está el Yo lector.
Sin lectura, no hay escritura. Tal obviedad no necesitaría de explicación pero sí es bueno que hagamos algunas reflexiones al respecto de la lectura.
A la información tenemos acceso ilimitado; ¿dónde encontraremos la sabiduría? Si uno es afortunado se topará con un profesor particular que lo ayude; pero al cabo está solo y debe seguir adelante sin más mediaciones.
Leer bien es uno de los mayores placeres que puede proporcionar la soledad, porque, al menos en mi experiencia, es el placer más curativo. Lo devuelve a uno a la claridad de ideas, sean la de uno mismo, las de los amigos o las de quienes pueden llegar a serlo.
La lectura imaginativa es encuentro con lo otro, y por eso alivia la soledad. Leemos no sólo porque nos es posible conocer bastante gente, sino porque no hacerlo nos haría vulnerables y si mengua o desaparece la lectura, vencida por el espacio, el tiempo, la incomprensión y todas las aflicciones de la vida ¿ qué tendríamos que hacer para seguir creciendo?.... Nos entregamos a la lectura como a una práctica solitaria más que como a una empresa educativa. El modo en que leemos hoy, cuando estamos solos con nosotros mismos, guarda una continuidad considerable con el pasado. De ahí que nos sirva la lectura para situarnos en la realidad que nos marca el presente sin olvidar las quimeras del futuro y teniendo en cuenta que la creatividad, la imaginación, la técnica literaria del escritor están ahí arropándonos como si fueran velos que nos alientan para que la felicidad de la lectura forme nuestro criterio sobre la vida y sus consecuencias.
Mi lector ideal soy yo mismo. No, no es un cántico a la egolatría, es un reconocimiento al esfuerzo que debo hacer todos los días para acabar la jornada con la mejor de las obligaciones y el más placentero de mis quehaceres: leer.
Ésta, la lectura, como todas las actividades de la mente, debía satisfacer el principal compromiso de uno consigo mismo.
Sir Francis Bacon, que aportó algunas de las ideas aptas para llevarlas a la práctica, dio este célebre consejo:
“
No leáis para contradecir o impugnar, ni para creer o dar por sentado, ni para hallar tema de conversación o discurso, sino para sopesar o reflexionar”.
Me parece que en tan pocas líneas, no se puede estar más acertado.
Sin lectura, no hay escritura. Tal obviedad no necesitaría de explicación pero sí es bueno que hagamos algunas reflexiones al respecto de la lectura.
A la información tenemos acceso ilimitado; ¿dónde encontraremos la sabiduría? Si uno es afortunado se topará con un profesor particular que lo ayude; pero al cabo está solo y debe seguir adelante sin más mediaciones.
Leer bien es uno de los mayores placeres que puede proporcionar la soledad, porque, al menos en mi experiencia, es el placer más curativo. Lo devuelve a uno a la claridad de ideas, sean la de uno mismo, las de los amigos o las de quienes pueden llegar a serlo.
La lectura imaginativa es encuentro con lo otro, y por eso alivia la soledad. Leemos no sólo porque nos es posible conocer bastante gente, sino porque no hacerlo nos haría vulnerables y si mengua o desaparece la lectura, vencida por el espacio, el tiempo, la incomprensión y todas las aflicciones de la vida ¿ qué tendríamos que hacer para seguir creciendo?.... Nos entregamos a la lectura como a una práctica solitaria más que como a una empresa educativa. El modo en que leemos hoy, cuando estamos solos con nosotros mismos, guarda una continuidad considerable con el pasado. De ahí que nos sirva la lectura para situarnos en la realidad que nos marca el presente sin olvidar las quimeras del futuro y teniendo en cuenta que la creatividad, la imaginación, la técnica literaria del escritor están ahí arropándonos como si fueran velos que nos alientan para que la felicidad de la lectura forme nuestro criterio sobre la vida y sus consecuencias.
Mi lector ideal soy yo mismo. No, no es un cántico a la egolatría, es un reconocimiento al esfuerzo que debo hacer todos los días para acabar la jornada con la mejor de las obligaciones y el más placentero de mis quehaceres: leer.
Ésta, la lectura, como todas las actividades de la mente, debía satisfacer el principal compromiso de uno consigo mismo.
Sir Francis Bacon, que aportó algunas de las ideas aptas para llevarlas a la práctica, dio este célebre consejo:
“
No leáis para contradecir o impugnar, ni para creer o dar por sentado, ni para hallar tema de conversación o discurso, sino para sopesar o reflexionar”.
Me parece que en tan pocas líneas, no se puede estar más acertado.
1 comentario:
Enhorabuena y ya estás enlzado en mi blog. Un abrazo
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