Dicen que soy impertinente

30 de diciembre de 2009

CRUDEZA


Hay días que me encuentro con tantas rutinas por resolver que me confundo obsesivamente y empiezo de nuevo a respirar. Entonces, me da por dejar a mi mente volar y posarme en la terraza del edificio más alto de la ciudad.

Te aseguro que desde las alturas, la perspectiva de la vida es distinta.

Ocurre que te veo ahí, detrás del cristal de la sorpresa mirándome, calmada y confiada. Me conoces. Me soportas. Me aceptas tal cual soy. Pero sé que te duelo y ello me entristece tanto que acabo envuelto en lágrimas de impotencia que me derrumban hasta límites que no puedo soportar.

La pistola espera en el cajón de la mesita, que justo a mi lado de la cama acoge la luz que alumbra mi tristeza.

Me repongo y me convenzo que ya no hacen falta palabras para imaginarnos y recordar la pasión que nos envolvía hasta el éxtasis tan deseado como los besos y caricias que le antecedían.

Me gusta pensarte tumbada a mi lado. Me gusta dibujarte, tú encima, yo debajo. Y cuando me cabalgas cierro los ojos y escucho tus latidos sobre mi pecho, acompañados de mis jadeos y la ineludible sintonía del aire que se cuela por las rendijas de la ventana del dormitorio. Me agarras con fuerza, sudas abrazos interminables, nos besamos con fruición y te humedezco compulsivamente mientras tu boca se entreabre gimiendo al unísono conmigo. Cuando comienza el relax ya estoy de nuevo pensando en que te lances sobre mí. Pero sé que no será así porque giras hacia tu lado, apagas la luz y susurras frases ininteligibles. Son oraciones, me contestas a mi ¿qué te pasa? Estoy muy agradecida a Dios por haberte conocido, sentencias cerrando los ojos y quedándote dormida en un santiamén. Me levanto a beber agua pero en realidad lo que hago es ir al sillón donde me recuesto y leo algunos poemas de Colinas que tanto me calman en las noches de insomnio cuando quiero más de ti y tu sueño me repele.

Me da vértigo perderte pero sé que es inevitable. Sólo alcanzo a gemir, a suspirar un por qué que dé sentido a mi inquietud.

Sobre la mesita que está justo en mi lado de la cama te aguarda mi carta de despedida.

Sigo en las alturas. La vida ya no es vida. El cielo ya no me espera. Estoy en él perennemente.

La pistola echa humo.

Tus lágrimas ya no me duelen. Me calman eternamente.

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